Lunas y magia: 5 fascinantes creencias prehispánicas sobre la menstruación
La menstruación no es solamente una función biológica de nuestros cuerpos. Desde siempre, los seres humanos también hemos hecho de ella una construcción sociocultural; le hemos atribuido símbolos, mitos, ritos y prácticas que reflejan cómo nos relacionamos en términos de género, poder, roles dentro de la comunidad, etc. Estas creencias también se ven influenciadas por la religión y cambian a la par de nuestras realidades políticas, sociales y culturales.
En América antes de la colonización, existió una rica pluralidad de creencias y prácticas en torno a la menstruación. Todas ellas fueron parte de cómo las civilizaciones prehispánicas veían al universo: como una totalidad interconectada, en la cual cuerpo, mente y espíritu estaban estrechamente ligadas (1).
Las visiones prehispánicas en torno a la salud, incluida la menstruación buscaban un equilibrio entre lo natural y espiritual, entre el individuo y la comunidad (2), lo cual era importantísimo para asegurar buenas cosechas, mantener el orden social y armonía espiritual.
En torno a la regla, muchos pueblos y culturas compartieron creencias en común. Aquí una lista de los elementos más interesantes y recurrentes. La influencia de la luna, la tierra como símbolo de fertilidad, las flores en conexión con la sexualidad así como el poder y miedo a la naturaleza cambiante del cuerpo femenino. Algunas de estas creencias siguen vigentes en la actualidad.
El poder de la luna
La conexión de la luna con la menstruación ha sido una de las creencias más recurrentes. La luna se relaciona con lo femenino y la fertilidad, aunque en épocas prehispánicas esta característica tuvo poco o nada que ver con el rígido binarismo de género impuesto en tiempos coloniales (3).
Es posible que la luna y menstruación hayan sido tan comúnmente asociadas debido a que los 29 días del ciclo de la luna se asocian a los ciclos menstruales y luego de nueve periodos, el número de los señores de la noche, el ser humano terminaba su desarrollo en el vientre materno, haciendo a la luna también diosa de las parteras (4).
Se consideraba que el cuerpo femenino es sensible a los ritmos del cosmos. Por ejemplo, las diosas mayas se identificaban con el astro, diferenciando incluso sus aspectos juveniles y seniles, con los aspectos menguantes y crecientes del ciclo lunar (5).
Asimismo, en diversas culturas del Perú prehispánico, se han encontrado vestigios de cerámica y grabados con lunas dibujadas sobre vulvas y plantas alimenticias (6), lo que nos lleva al siguiente elemento…
Tierra y fertilidad
También de carácter femenino, tierra, luna y menstruación están profundamente ligadas hasta nuestros días. Al brillar de noche, la luna se vincula a la tierra y el inframundo, que es donde germinan las plantas, dotando así al cuerpo femenino con una fuerza creadora de vida. La primera menstruación es entonces la manifestación del poder de dar vida a otro ser.
Para los antiguos nahuas, Tlaltecuhtli, la diosa Madre de la tierra, era un ser que clamaba por sangre humana para llevar las cosechas a su término y su cuerpo era la matriz de donde surgió el mundo (7). Un dato curioso sobre los antiguos mayas es que, en prácticas de sacrificio los hombres solían sangrarse el pene, en símbolo de imitación a la menstruación y su potencia fecundadora (8).
Varios vestigios del Perú prehispánico –donde incluso se han encontrado vasijas con iconografías de clítoris cubiertos de sangre menstrual- señalan rituales mágicos donde la sangre de la primera menstruación se usaba para asegurar la fertilidad de la tierra, es así como la fertilidad agrícola y humana estaban profundamente interconectadas (9).
Las aymaras de nuestros días creen en el potencial vital de la sangre menstrual, la cual debe traspasarse a la Pachamama (tierra), Mallkus y T'allas (seres de los cerros, vertientes y pircas), contribuyendo también a la fertilidad de la comunidad, conectando así el flujo menstrual con las deidades y la reproducción del grupo social (10).
Flores como símbolo de sexualidad
Cuenta el mito que el dios Quetzalcóatl, mientras se lavaba tocó su pene y echó semen a una piedra, la cual se convirtió en un murciélago (Zotz). Los dioses entonces enviaron a esta criatura a morder la vagina de Xochiquetzal -diosa del amor y la sexualidad- mientras ella dormía, de la cual surgieron flores que olían mal. Zotz –atribuido a la noche- llevó estas flores al reino de los muertos, llamado Mictlán, las lavó de nuevo y en esa ocasión surgieron flores perfumadas . Este mito ilustra el origen divino de la menstruación, del poder del erotismo simbolizado en las flores y de procreación femenina (11), ya que Xochiquetzal fue considerada creadora de la humanidad, de la primera relación sexual y del primer parto (12).
Al día de hoy, ciertos mitos sobre los murciélagos siguen vivos. Entre los tzotziles de Chiapas existe una figura mítica llamada 'ik'al, la cual en su descripción es muy posible que se refiera al murciélago. Esta criatura es temida porque aparentemente viola a las mujeres y decapita a los hombres (13).
Otras culturas en la antigüedad, como los tzetzales, mayas y totonacos, utilizaron términos relacionados con flores para hablar de la menstruación, así como del primer sangrado, donde una mujer “abre” por primera vez su vagina. Términos como “flor roja” ilustran esta transformación (14).
Magia perturbadora
La Leyenda de los Soles de los nahuas prehispánicos cuenta que Xiuhnel y Mimich salieron de cacería al desierto y persiguieron toda la noche dos venados bicéfalos, sin mucho éxito. Una vez cansados, decidieron hacer un escondite, cuando de repente los venados reaparecieron, convirtiéndose en mujeres, las cuales les comenzaron a hablar y Xiuhnel les respondió. Una de ellas le dio a beber sangre, él la aceptó y después tuvieron relaciones sexuales. Al terminar, ella se arrojó sobre Xiunhel y se lo devoró (15).
Tanto en tiempos prehispánicos como en la actualidad, se ha creído que la sangre menstrual tiene poderes que pueden usarse en beneficio de la mujer. Esta ha sido usada con fines de seducción, para resolver problemas de violencia doméstica, para hacerse amar, o incluso para debilitar al hombre. Comunidades nahuas de nuestros días creen que las propiedades del flujo menstrual ayudan a calmar esposos violentos, también piensan que si un hombre esta intensamente enamorado es porque la mujer en cuestión le ha dado a beber de su menstruación (16).
Fuerza mortal
En la misma medida que el cuerpo femenino y la menstruación son vistos como fuerzas de vida y fertilidad, también son temidos como poderosos agentes de enfermedad y muerte (17). El cuerpo femenino, al vivir en constante estado transitorio (menstruación, amenorrea, embarazo, parto, puerperio, lactancia) es percibido como inestable y en riesgo de perjudicar a su entorno. De acuerdo con la medicina prehispánica, la mujer menstruante tiene una carga excesiva de calor, que la convierte en un ser peligroso, capaz de influenciar lo que le rodea. Asimismo, el flujo menstrual es visto como desecho, ausencia de vida al no cargar un feto, lo cual se interpreta como una amenaza a la no continuación del grupo (18).
En muchas comunidades, tanto en tiempos prehispánicos como en la actualidad, las menstruantes tienen prohibidas ciertas actividades como el cocinar, acercarse a niños, entrar a campos de cultivo, tener relaciones sexuales, etc. Diversos vocablos asociados a la impureza o enfermedad son utilizados para hablar de la regla, por ejemplo, los otomíes la llaman “sangre del diablo”, aludiendo que la vagina es devoradora, destructora de la identidad y del hombre (19).
Hoy en día algunas comunidades del Amazonas piensan que tocar mujeres menstruantes despoja el carácter humano de quien lo haya hecho, convirtiéndolo en animal y por tanto en una “presa” potencial (20). Los ticuna llevan a cabo cuidadosos rituales de preparación –orientados a la salud, disciplina, balance del cuerpo y la reflexión de su nuevo rol social como mujer- para quienes experimentan la primera menstruación. Dichos rituales implican también un semi-aislamiento de la menstruante, que entre otras razones, tiene el propósito de no causar desequilibrios energéticos y “perjudicar” a la naturaleza (21).
Aún queda mucho por saber…
Es fascinante observar cómo la menstruación en tiempos prehispánicos formaba parte de un equilibrio que trascendía lo individual para mezclarse con lo social, espiritual y las fuerzas de la naturaleza. Todas estas historias dan testimonio -ya sea a través de la celebración o del temor- del poder del cuerpo femenino y sus funciones.
Es muy interesante que varias prácticas y creencias hayan resistido el paso del tiempo y sigan vigentes en nuestros tiempos. Esto se debe a varias razones, entre ellas la resistencia indígena y el desinterés de los colonizadores hacia la sexualidad indígena a puertas cerradas (22). Es importante tener en cuenta que es posible que estas cosmovisiones se han mezclado o han sido influenciadas en cierta medida por la religión judeocristiana y el cambio de las normas sociales a través de los tiempos.
Aún queda mucho por aprender sobre las visiones prehispánicas en torno a temas como la menstruación, sexualidad o género. La información que se tiene hasta la fecha no debe ser tomada como una verdad absoluta sobre la vida real de las civilizaciones prehispánicas antes de la colonización. Es importante tener en cuenta que gran parte de las fuentes que se tienen en la actualidad son producto de las interpretaciones -y omisiones- de los cronistas colonizadores, influenciados por sus directrices morales y religiosas de aquel entonces.
De la misma manera, un enfoque feminista y de género en el estudio de estas sociedades nos ayudará a entender de manera quizás más acertada, o por lo menos ofrecerá nuevas perspectivas sobre las realidades y sabidurías de aquellos tiempos.