Los orígenes racistas y no éticos de la ginecología moderna
Cómo el pasado afecta la obstetricia actual.
*Traducción: María Fernanda Ojeda
Este artículo tiene fines educativos, no promociona ningún producto.
Algunos de nuestros conocimientos en ginecología fueron adquiridos a través de prácticas racistas y no éticas (1). Por ejemplo, en el sur de Estados Unidos las personas esclavizadas de ascendencia africana fueron obligadas a ser sujetos de experimentos médicos dolorosos y no éticos, tanto en vida como después de muertos (1). Exploraremos sobre esto con mayor profundidad a continuación.
La influencia de esta historia aun tiene impacto en el acceso y la calidad de las opciones de atención médica para todas y todos. Concientizar sobre estos orígenes no éticos es el primer paso para tratar los prejuicios raciales dentro de nuestros sistemas de atención médica y empodera a las personas para indagar por las mejores opciones de tratamiento posibles.
Las raíces de la ginecología moderna en la esclavitud americana
J. Marion Sims fue un médico en el siglo XIX, conocido controversialmente, como el “padre de la ginecología moderna”, pues, desarrolló un dispositivo que precede al espéculo moderno, así como un tratamiento quirúrgico para tratar fístulas vesicovaginales, esto es, una abertura entre la pared vaginal y la vejiga que pueden surgir después de un parto vaginal prolongado (2,3).
Su técnica se perfeccionó a través de la experimentación en mujeres esclavizadas descendientes de personas provenientes de África. Conocemos los nombres de tres mujeres con las que experimentó: Anarcha, Betsey y Lucy (2). Ellas fueron operadas sin anestesia hasta 30 veces en 4 años; Sims elogiaba su habilidad para soportar el dolor (2). Este pensamiento discriminatorio era común: por siglos algunos médicos han creído que las personas negras pueden soportar más dolor que la gente blanca (2).
Algunas de las prácticas que fueron desarrolladas por Sims, a partir de la experimentación en mujeres esclavizadas, son usadas regularmente aun (4), pero la verdad de su racismo y de sus prácticas con orígenes inhumanos está poco a poco saliendo a la luz. En abril del año 2018, se hicieron debates en torno a la figura de J. Marion Sims cuando se tomó la decisión de retirar una estatua suya del Central Park de Nueva York (2).
Prácticas no éticas en cáncer cervical e investigación sobre VPH
En el año 1951, una mujer afroamericana llamada Henrietta Lacks murió por cáncer cervical agresivo. Mientras Lacks estaba en tratamiento, se entregaron muestras de su tejido canceroso a investigadores sin su conocimiento ni consentimiento, una práctica común en esa época (5). Más tarde se descubrió que estas células eran inusualmente duraderas y tenían la capacidad de reproducirse prolíficamente, lo que las hacia “inmortales” (5).
Desde entonces, la línea celular se conoce como células HeLa y fueron distribuidas extensamente entre científicos e investigadores (5). Con los años, las células han sido fundamentales para hacer descubrimientos en el campo de la erradicación del polio, virología, cáncer, genética, entre otros. Entre 1953 y 2018 fueron usadas para más de 110.000 estudios (6). También, las células fueron vendidas con ánimo de lucro a empresas de biotecnología, que produjeron muchos descubrimientos rentables (5). Sin embargo, la familia Lacks no recibió ningún reconocimiento financiero o público por parte del National Institute of Health (NIH, por su siglas en inglés) (7), sino hasta muchos años después, en el 2012 (8). Los archivos médicos y el genoma celular de Lacks fueron repetidamente publicados sin ningún consentimiento de su familia. Las células de Lacks continúan siendo usadas globalmente para investigación médica debido a acuerdos hechos entre su familia y el NHI (7,8), pero muchos de estos acuerdos han sido para tener una reducción o terminación en el uso de las células HeLa, dado los orígenes poco éticos de su descubrimiento (9).
Aunque irónicamente se usaron las células Lacks para descubrir la conexión entre el virus del papiloma humano (VPH) y el cáncer cervical (10), todavía persisten disparidades significativas para acceder a los servicios de tratamiento de cáncer uterino por parte de mujeres BIPOC (Black, Indigenous People of Color, en español: Negras, indígenas y personas de color) (11.13). Por ejemplo, las mujeres negras e hispánicas en los Estados Unidos (12) tienen más probabilidades de morir por cáncer cervical (13) que mujeres de otros grupos poblacionales. Y en el Reino Unido, las mujeres negras, asiáticas y aquellas que pertenecen a otras minorías étnicas registran las tomas más bajas de detección de cáncer cervical (11), lo que puede conducir a mayores incidencias de cáncer de cuello uterino y enfermedades graves.
La preocupante historia de la anticoncepción y la coerción reproductiva
Las mujeres puertorriqueñas fueron objeto de las primeras pruebas humanas a gran escala de la moderna píldora anticonceptiva en la década de 1950 (14). El científico Gregory Pincus, con estudios en Harvard y en Cornell, escogió Puerto Rico para sus experimentos, porque los residentes de la isla estaban empobrecidos luego de la colonización de los Estados Unidos y experimentaban una explosión demográfica (14). Muchas mujeres puertorriqueñas que aceptaron tomar la píldora no entendieron los riegos de tomarla y algunas no eran conscientes, en lo absoluto, de que participaban en un ensayo clínico (14). Además, muchas de ellas experimentaron efectos secundarios, como dolores de cabeza, mareos y coágulos de sangre (14). A pesar de su contribución al desarrollo de la píldora, las mujeres de Puerto Rico no tuvieron acceso a la versión segura de la píldora anticonceptiva cuando estuvo disponible en el mercado, debido a que inicialmente fueron prescritas solo para quienes vivían en Estados Unidos continental y quienes estuvieran casadas (14).
La historia que condujo al desarrollo de la píldora está llena de tensiones. Las pioneras del movimiento del control de natalidad, Margaret Sanger, fundadora de Planned Parenthood, y Marie Stopes, fundadora de Marie Stopes International, creían que realmente las mujeres no podrían experimentar la libertad hasta que fueran capaces de controlar sus propios embarazos (15). Sin embargo, ellas también tenían creencias que concordaban con el movimiento eugenésico de Estados Unidos de ese entonces. Específicamente, creían que las poblaciones de personas “indeseables” podían ser reguladas a través del control de la capacidad reproductiva (15).
Si bien, las ideas eugenésicas han sido denunciadas, aun en la historia moderna hay ejemplos de gobiernos e instituciones que abusan de la anticoncepción para regular la población de grupos marginados. Desde la introducción de Depo-Provera (la inyección anticonceptiva) en 1976, hay estudios que sugieren que ha sido diseñada para su uso en población inmigrante. Uno de ellos llevado a cabo en el este de Londres en 1978 por la prominente obstetra Wendy Savage mostró que la mayoría de las personas a las que se les ofreció Depo-Provera era de ascendencia asiática (16). Y, en 1979, una niña negra de 14 años de clase trabajadora fue inyectada con Depo-Provera mientras estaba bajo anestesia general para un tratamiento no relacionado (17). Cuando se le preguntó al médico sobre este ultraje dijo que sentía que como “un ciudadano de este país… era su deber moral hacerlo” (17). Más o menos al mismo tiempo, la Organization of Women of African and Asian Descent (OWAAD) unió fuerzas con otras organizaciones para lanzar la Campaña contra Depo-Provera (Campaign Against Depo-Provera CAPD, por sus siglas en inglés) para alertar sobre su uso desproporcionado en poblaciones marginadas (18).
En 1981, Depo-Provera fue prohibida en Zimbawe, en parte (19), porque fue usada en mujeres negras como una forma de control de la población por parte del gobierno blanco que estaba en el poder. (La prohibición encajaba con la política de género de la época puesto que reflejaba la preocupación de que el anticonceptivo permitiera a las mujeres tomar decisiones sobre la reproducción, sin consultar a sus parejas masculinas (19)).
Los métodos anticonceptivos de acción prolongada también han sido usados indebidamente en el sistema penitenciario estadounidense (20). A principios de la década del noventa, en ese país se presentaron numerosos proyectos de ley que proponían que las mujeres aceptasen usar el implante anticonceptivo a cambio de beneficios de asistencia pública o reducción del tiempo en la cárcel (20). La American Civil Liberties Union (ACLU) ha denunciado repetidamente estas medidas como actos inconstitucionales de coerción reproductiva (20). En el año 2017, un juez de Tennessee ofreció una reducción de 30 días del tiempo en la cárcel a aquellos dispuestos a someterse a una vasectomía (un procedimiento quirúrgico para la esterilización masculina) o a la inserción de un implante anticonceptivo (21). El juez fue amonestado por Tennessee Board of Judicial Conduct (21), eventualmente.
Además de los abusos en el uso de anticonceptivos, comunidades marginadas alrededor del mundo han luchado durante mucho tiempo contra las prácticas de esterilización forzada. Estudios han encontrado incidentes de esterilización forzada en 38 países. Recientemente, en regiones como Namibia y Sudáfrica, donde persiste la epidemia del VIH, mujeres que viven con esta enfermedad han sido esterilizadas sin su consentimiento. Y en el 2018, 60 mujeres indígenas canadienses presentaron una demanda colectica alegando que fueron forzadas a someterse a esterilizaciones. En septiembre de 2020, en medio de la creciente preocupación sobre el trato a migrantes en un centro de detención en Estados Unidos, un denunciante expresó su preocupación respecto al sometimiento de mujeres hispanohablantes retenidas a la realización de histerectomías sin su consentimiento. Disparidades raciales en la salud reproductiva en la actualidad
Las disparidades raciales en la salud reproductiva prevalecen hoy en día
En Reino Unido, las mujeres negras tienen cinco veces más probabilidades de morir durante o poco después del embarazo que las mujeres blancas (22). En Estados Unidos, las mujeres negras e indígenas tienen dos o tres veces más probabilidades de morir durante o poco después del embarazo que las mujeres blancas (23). Adicionalmente, las mujeres no blancas en Estados Unidos tienen menos probabilidades de recibir medicación para el dolor durante y después del parto (24,25).
Concientizar sobre las atrocidades pasadas y presentes en el campo de la ginecología ayuda a crear un futuro más justo el sistema de atención en salud reproductiva. Organizaciones como el Instituto Guttmacher, el cual aboga por los derechos sexuales y reproductivos en Estados Unidos, insta a la creación de políticas de salud reproductivas que protejan a la población más vulnerable y a la realización de investigaciones éticas. Además, grupos liderados por la comunidad, como Sister Song en Estados Unidos y Decolonising Contraception -el cual fundé- en Reino Unido están llegando a más personas que abogamos por la justicia reproductiva para desmantelar los factores estructurales que sostienen el inadecuado acceso a la salud reproductiva.
Finalmente, el cuerpo estudiantil y miembros de las facultades de escuelas de medicina alrededor del mundo son llamados a revisar su currículum con el fin de abordar el contexto colonial y racial de la medicina occidental y rendir homenajes a Anarcha, Betsey, Lucy, Henrieta Lacks y las innumerables vidas que se han visto afectadas en busca de conocimientos médicos.
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